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  • Carmilio Mendoza Viera

La caída de Afganistán y el sueño de construir un Estado nación



Redactado por: Carmilio Mendoza

Editado por: Hannah Caparo



Después del atentado de las Torres Gemelas en 2001, las tropas americanas invadieron Afganistán y derrocaron al régimen talibán. Así inició el sueño de construir un Estado nación próspero y moderno en Oriente Medio. Se promovió la inversión privada, el comercio formal, los derechos humanos y la instauración de un gobierno democrático. Sin embargo, este 16 de agosto, el enorme esfuerzo político y económico forjado durante dos largas décadas se desvaneció en una semana. La caída de Kabul, capital del país, marcó el fin de la ocupación americana en una sociedad históricamente fragmentada. ¿Cómo hemos llegado hasta este dramático escenario y qué representa la instauración de un régimen talibán? Un breve repaso histórico a través del contexto geopolítico de Afganistán y su estructura socioeconómica permiten dilucidar el acontecimiento político más importante del año.


La presencia de actores internacionales en Afganistán se remonta a 1950. El ejercicio político de Estados Unidos y la Unión Soviética cimentó el plan afgano de construir un Estado nación moderno y democrático. En la década de 1970, Daoud Khan, líder impopular del país, estableció relaciones diplomáticas muy cercanas con los soviéticos. Estas terminaron con su derrocamiento en la Revolución de Saur y la sucesión de un régimen Marxista-Leninista en 1978. Frente a este escenario, los Estados Unidos financiaron a grupos dispersos de la resistencia como el de Mujahedeen en Afganistán, conformado por agrupaciones heterogéneas. Entre estas facciones se distinguen el grupo islámico yihadista, el partido progresista de Ahmad Shah Massoud de tendencia moderada, el sector izquierdista maoísta ignorada por el gobierno, y la agrupación civil ordinaria. Ninguna compartía un mismo proyecto de Estado nación para el país, ni una ideología política en común; pero sí el objetivo de destituir al gobierno represivo de la Unión Soviética. En la década de los 90, Afganistán experimentó una sangrienta Guerra Civil que destruyó su infraestructura y movilizó a millones de refugiados. La gestación de este conflicto puede atribuirse a la política desorganizada de intervención americana (Stewart, 2021). En este sentido, cuando las tropas fueron finalmente vencidas en 1989, el país fue sucedido por una coalición fragmentada. Frente a una agenda de gobierno inexistente y una ideología disímil, el país cayó inevitablemente en un conflicto armado que culminó con la victoria de los talibanes, cuyo régimen se instauró en 1996 y perduró hasta su derrota armada en 2001.


La invasión de las tropas americanas escaló motivaciones socioeconómicas mayores a los atentados terroristas del 9/11. Antes de la invasión, los talibanes se ofrecieron a entregar a Osama bin Laden, líder del grupo Al-Qaeda refugiado en Afganistán. Esta oferta fue denegada por la administración Bush porque los talibanes buscaban llevar un juicio legal frente a un tercero (Stewart, 2021). En este escenario, la participación americana fue motivada por intereses sociales: los derechos de las mujeres, el tráfico de personas, la represión contra grupos minoritarios religiosos y culturales, y el tráfico ilegal de drogas. Asimismo, Afganistán representaba un centro geopolítico de influencia, pues el establecimiento de un régimen democrático era decisivo para estabilizar Oriente Medio en países como Iraq, Irán y Pakistán. El avance de grupos islámicos extremistas en la región suponía un grave riesgo para la comunidad musulmana en países vecinos y aliados de los Estados Unidos como India, Rusia, China, Turkmenistán, Tayikistán y Uzbekistán.


El control de Afganistán también implicaba beneficios económicos para la región y el mercado global de energía. En la década de 1980, expedicionarios soviéticos descubrieron en el norte del país enormes reservas de petróleo y gas, que no habían sido explotadas. Además, la transición hacia las energías renovables transformó los grandes recursos de cobre, uranio, cobalto, litio, bauxita, otros metales y tierras raras en minerales codiciados para la importación americana. En 2010, el Pentágono y la Agencia Geológica de los Estados Unidos valorizó estos recursos naturales en aproximadamente un trillón de dólares (Stoyanov, 2013, p. 4). Asimismo, la ubicación geográfica de Afganistán sirve como corredor energético para el transporte de hidrocarburos desde Asia Central hasta Irán, Rusia y los principales mercados del mundo. Según la Agencia Internacional de la Energía, la disponibilidad de minerales claves como el litio y uranio será clave para la producción de baterías, vehículos eléctricos, parques solares y eólicos junto a otros metales raros como el neodimio, praseodimio y disprosio (metales disponibles y no explotados en Afganistán) (Gestión, 2021).

En este sentido, la influencia americana en Oriente Medio representaba un interés preponderante para preservar el dominio occidental sobre reservas estratégicas (Stoyanov, 2013, p. 3). En el aspecto político, la estabilización de Afganistán también facilitaría la construcción de una ruta alternativa de exportación de petróleo y gas para las repúblicas ex soviéticas, lo cual reduciría su dependencia de Rusia. Igualmente, la competencia económica y política entre los Estados Unidos y China tomaría un quiebre importante: el gigante asiático controla casi el 60% del litio y más del 80% de tierras raras. De este modo, el control americano en el país también permitiría reducir el dominio masivo de China sobre las cadenas de extracción de recursos mineros y su futura influencia geopolítica en occidente (The Economist, 2020).

En el marco internacional, la ocupación de Afganistán fue respaldada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). La justificación de esta medida reside en que “un ataque en contra de uno o más de sus miembros en Europa o América del Norte se considera como un ataque en contra de todos” (OTAN, 2021). No obstante, desde un enfoque geopolítico, la intervención en Afganistán representó una oportunidad de la OTAN para ejercer su poder armamentístico, probar su relevancia como una fuerza de seguridad global, y asegurar los intereses políticos y económicos de sus miembros (Stoyanov, 2013, p. 4). Asimismo, la mayoría de los países miembros de la OTAN también conformaban la Unión Europea y dependían enormemente de las rutas energéticas de gas natural controladas por Rusia, por lo cual el control de Afganistán suponía una oportunidad de diversificación. Por último, la estabilización del país prometía resolver las tensiones étnicas, religiosas y culturales en la región, cuyo efecto podría escalonarse hacia los demás países vecinos de Europa (Stewart, 2021).


Actualmente, después de veinte años de ocupación extranjera, la dinámica socioeconómica de Afganistán aún presenta enormes desafíos estructurales. Se estima que el 72% y el 16% de la actividad total de la economía reside en el sector informal y los negocios ilegales, respectivamente (Galdo & Rama, 2020, p. 11). La cultivación de opio, utilizada en la producción de morfina, forma parte de la cultura y la tradición local que data de siglos (Stoyanov, 2013, p. 4). No obstante, el comercio ilegal de drogas con Irán y Pakistán ha conformado una ruta comercial que ha permitido financiar a los talibanes a través de impuestos, lo cual representa un problema crítico para la estabilización política del país.


El progreso del país también se ha sostenido sobre la base de enormes flujos de capital internacional. Según el Banco Mundial, el 40% del PBI proviene de ayuda internacional que lo transforma en una economía muy dependiente y poco diversificada (Nagesh, 2021). Se prevé que la eliminación de estos programas de ayuda resultará en graves consecuencias para el empleo formal del sector público que conforma el 6% de la fuerza laboral del país (Nasery, 2014, p. 49-50). Además, la defensa nacional, que garantiza la seguridad social y económica, es controlada por tropas extranjeras de la OTAN y los Estados Unidos. Sin embargo, la presencia de estas fuerzas armadas ha disminuido constantemente: en 2018 solo permanecían 16 229 de las más de 100 mil tropas en 2012. Esta retirada ha provocado un aumento progresivo de conflictos y ataques terroristas, lo cual perjudica la confianza de la inversión y consumo. Entre 2012 y 2016, las negociaciones y el establecimiento de nuevas firmas se redujeron en 50%. Asimismo, se estima que por cada atentado o suceso terrorista se observó una reducción de 4.9% de firmas activas en el mes del evento y 6% en el mes posterior (Galdo & Rama, 2020, p. 6-8). Este escenario ha derivado en una caída de la demanda doméstica y la actividad económica agregada.


En el ámbito socioeconómico, la retirada de las tropas americanas plantea un panorama negativo. Se ha estimado que la presencia de tropas de combate se relaciona con una mayor actividad económica. Asimismo, la ayuda internacional en seguridad favorece la actividad formal: en promedio, un dólar de gasto adicional se vincula con un aumento de 2.1% de firmas formales activas, mientras que la actividad ilegal a través del cultivo de opio se reduce en 20.5% aproximadamente (Galdo & Rama, 2020, p. 15). Si bien se ha observado una correlación negativa entre la actividad económica y la intensidad de un conflicto, la presencia de los talibanes implicaría un impacto positivo sobre las actividades ilícitas. En este sentido, se prevé un resurgimiento de la actividad informal e ilegal que moldeará el empleo local y el financiamiento subversivo del país (Galdo, López & Rama, 2020, p. 3).


El resurgimiento y consolidación del régimen talibán se fundamenta en el comercio exterior y la recaudación de impuestos que permite adquirir armamento y desarrollar una logística de guerra. Así, la captura del distrito de Khashrud en julio representaría ingresos potenciales de USD 18.6 millones en impuestos informales por año, y la caída de la provincia de Ziranj en agosto supondría ingresos anuales por USD 176 millones. No obstante, el libre flujo comercial con el exterior plantea una disyuntiva para los países vecinos: cerrar sus fronteras o comercializar con un grupo terrorista. En 2020, más de USD 2 billones de dólares de comercio formal fueron transados con Irán, lo que generó un estimado de USD 84 millones en impuestos. Estos montos podrían ser hasta dos veces más grandes si se incluyera el comercio informal e ilícito (Alcis & Smith, 2021, p. 43). Solo en Nimroz, provincia fronteriza con Irán, el impuesto informal genera USD 235 millones anuales en comparación a los USD 20 millones que ingresan desde Kabul en ayuda internacional. En este sentido, la influencia y presión económica de la comunidad internacional sobre el régimen talibán se debilita.


El fracaso de la ocupación americana puede atribuirse a la ausencia de una política de reducción de la actividad informal y el cultivo ilegal de opio. La mayoría de flujo de ayuda social fue invertida en ciudades estratégicas adyacentes a la carretera Ring Road que conecta la zona urbana del país. Esta carretera representaba un eje crítico para la estabilización del país, pues permite el acceso a las principales provincias del país y sus comunidades rurales. No obstante, esta carretera fue gradualmente destruida desde la ocupación soviética, lo cual generó el aislamiento rural y dificultó el acceso de ayuda humanitaria y gubernamental. Si bien los Estados Unidos planificaron una inversión millonaria para su reconstrucción en 2001, el presupuesto fue recortado continuamente debido a la invasión a Iraq en 2003. Así, la carretera nunca fue culminada y los talibanes expandieron fácilmente su dominio hacia las comunidades excluidas. Este escenario implicó graves consecuencias sociales y de derechos humanos, pues la mayoría de estas localidades integra minorías culturales y religiosas vulnerables. Asimismo, los talibanes se beneficiaron no solo de los impuestos en las áreas fronterizas, sino también del control de estas zonas rurales (Alcis & Smith, 2021, p. 43).


En conclusión, el conflicto en Afganistán se remonta al periodo de desaprobación popular de Daoud Khan en los 70 y la posterior ocupación soviética en los 80. La gestación de la Guerra Civil de 1990 respondió -en parte- a la política desorganizada de intervención americana. Asimismo, la injerencia internacional en Afganistán se sustentó en su importancia geopolítica y recursos energéticos. La estabilización de la región bajo el control occidental también ofrecía la oportunidad de reducir el dominio de Rusia y China sobre el mercado de hidrocarburos, gas natural y minerales estratégicos. En el aspecto social, se buscó reducir el tráfico ilegal de drogas hacia mercados europeos y la amenaza a las comunidades musulmanas en países aliados. Sin embargo, la caída del régimen democrático de Afganistán responde al fracaso americano de construir un Estado nación sin comprender la real dimensión de sus desafíos socioeconómicos. En dos décadas, la informalidad y el cultivo de opio aún florecieron. En consecuencia, el resurgimiento y consolidación del régimen talibán se sostuvo sobre la recaudación de impuestos de este comercio informal e ilegal. Durante su mandato, el último presidente democrático, Ashraf Ghani, anunció su intención de asegurar el futuro del país no con el objetivo de ganar la guerra, sino con terminarla. La desesperada evacuación de su equipo gubernamental y diplomático tal vez conduzca a otro escenario: la guerra en el país inició con un conflicto interno y quizá solo culmine con un acuerdo entre los propios afganos.



Referencias:


Alcis, D. & Smith, G. (2021). War gains: economics benefits of the conflict are distributed in Afghanistan and the implications for peace. ODI: Afghanistan.


Galdo, V., López, G. & Rama, M. (2020). Conflict and the composition of economic activity in Afghanistan. IZA: Bonn.


Gestión. (2021). Afganistán tiene una riqueza de minerales estratégicos sin explotar. https://gestion.pe/mundo/internacional/afganistan-tiene-una-riqueza-de-minerales-estrategicos-sin-explotar-noticia/


Nagesh, A. (2021). Afghanistan’s economy in crisis after Taliban take-over. BBC: https://www.bbc.com/news/world-asia-58328246


Nasery, J. (2014). The economic shock of Afghanistan caused by aid reduction and troops withdrawal. IEE: Bochum.

Stewart, E. (2021). The history of US intervention in Afghanistan, from the Cold War to 9/11. Vox : https://www.vox.com/world/22634008/us-troops-afghanistan-cold-war-bush-bin-laden


Stoyanov, S. (2013). The political and economic dimension of the war in Afghanistan. University of Aberdeen: Suecia.


The Economist. (2020). Is it the end of oil age? Power in 21st century. https://www.economist.com/leaders/2020/09/17/is-it-the-end-of-the-oil-age

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