- Bruno Andre Herrera Criollo
Misión Parir I
Actualizado: 5 nov 2021
La presente [serie] no es más que un producto de la imaginación, que trata sobre recientes acontecimientos [mediáticos]… Existe la posibilidad de que algunas personas vivientes puedan ser confundidas con personajes de esta [serie], por desempeñar posiciones similares. Se trata simplemente de una pura coincidencia; no hay intención preconcebida.
-Leon Uris

Autor: Bruno Herrera
Editor: Esteban Chabaneix
"Uno de los objetivos y lo voy a revelar..."
Suelo ver poca televisión, usualmente menos de 45 minutos al día y cuando no son noticias o algún programa de Comedy Central, la hora farandulera es la señal que me indica que debo apagar el aparato. No obstante, de vez en cuando logran infiltrarse algunos resúmenes de magazines en mi feed de noticias web. Como si fuera poco el lucro que generan al aire, no dudan en publicar notas que en realidad son refritos. Uno de estos titulares se leía así: "Don Lalo expresó sus deseos de convertirse en abuelo". ¿Quién era este señor? Resulta que el padre de la conocidísima Ángela Ariza. Lo último que supe de esta chica era que, a pesar de los malos tratos, seguía dándole al trigo tóxico: Nicolás Porcetti.
Sin duda, ser abuelo debe ser una experiencia formidable, casi como una segunda paternidad, una en la que es posible subsanar los errores de la primera. Quizá, en esta oportunidad, don Lalo sí tendría el valor de sacar la cara por la dignidad de su prole. Pero ese no es el punto; el tema aquí es que Lalo Ariza quiere un nieto y eso solo viene de una manera: Ángela tiene que dar a luz. Se trata del subconsciente desenmascarándose en el discurso. Pater ut quid dereliquisti me.
"En verdad lo tienes que lograr..."
Tienes que hacerlo. ¿Acaso necesito tu opinión? Esa tajante y abrupta determinación fue suficiente para arrugar mi frente en un gesto de incredulidad. Un individuo le exige a su hija quedar embarazada contra su notoria resistencia en televisión nacional, pero lo que trasciende es el chisme de si verdaderamente está encinta. Un recordatorio más de que el Perú es uno de los países más conservadores de Latinoamérica (EFE, 2021) y uno de los más ignorantes del mundo (CNN, 2017). Además, el aviso obsceno de que su sociedad aún no llega al 2021.
Por su parte, la risita abochornada de Ángela no fue producto de faros incandescentes ni ajustadas fajas. Sabe bien que las mujeres no la tienen fácil, menos las mujeres embarazadas. Ni el privilegio del estrellato aberrante en la farándula peruana la salvaría de sufrir la lapidación de una superestructura que todavía restringe el desenvolvimiento de su género a nivel mundial. Presiente, con pesadumbre, que inmediatamente después de la concepción iniciaría un proceso ambivalente: vital, por cuanto albergaría en su vientre las infinitas posibilidades de nuevas existencias y letal, ya que su condición de madre la obligaría a cesar las intensas actividades físicas que le dan pulso a su oficio. La maternidad, por más hermosa y regocijante, viene siempre acompañada de un costo de oportunidad. Por ahora, piensa, no está dispuesta a pagarlo.
Ya habían tocado el tema varias veces, en sus encuentros de los fines de semana, lejos de las cámaras. Ángela le diría, medio en broma, medio en serio: "no vayas a salir con tus ocurrencias, papá". "No, hijita", respondería don Lalo y con una sonrisa vivaracha callaría sobre su plan para extraerle un compromiso ante la mirada de miles de televidentes. Luego de la “revelación”, saldrían del canal, un poco más separados de lo que llegaron, sonriendo cortésmente a quienes los interceptaban con saludos y congratulaciones. Ángela observaba las pestañas nerviosas de esos productores, cómo fracasaban en disimular su histeria, casi calculando los retornos de un embarazo mediático. Mientras tanto, su padre recibía las arengas de sus congéneres, como si la persona que hubiera programado salir embarazada fuera él. Después de semejante carrera con obstáculos, llegaron al estacionamiento, subieron a la camioneta y las lunas polarizadas encapsularon la tensión entre los dos.
- Ay pa, ¿cómo haces eso? ¿Viste cómo al toque dicen que estoy embarazada?
- ¿Y por qué no me das el gusto de ser abuelo, de paso que le das el gusto a ellos?
- Ajá, para ellos sería el gusto, pero, ¿después yo qué? Ya hemos hablado de eso papá… Todo a su tiempo.
- Pero tú te complicas la vida, Ángela. Hablas como si fueras cualquier muchacha de por ahí. Tú tienes tu familia, tienes tus negocios… Además, el canal te va a apoyar, ¿o te has olvidado de cómo hizo tu amiga?
- ¿Y de verdad quisieras que termine así?
- Sigues…
- Es que para ti es fácil decirlo porque no lo vives pues, pero a ver si va mal el negocio o ya no salen eventos… ¿Qué hago ahí? ¿Meto un enlace en la sala de parto?
- No es eso…
- Entonces pues, pa. Ya hablamos sobre eso y me canso de decirte “yo veré, yo veré”, pero te entra por aquí y te sale por acá.
- ¿Y entonces? ¿Hasta cuándo piensas quedarte así?
- ¿Así cómo?
- Así pues. Sin hijos.
"Ya es hora"
Don Lalo hace una pausa, como si se arrepintiera de lo dicho, pero luego se extraña de haber dudado de tener la razón. Si bien todas las mujeres son especiales, madre solo hay una. Ese es el factor diferencial del cromosoma repetido: la capacidad de concebir. Como la naturaleza era sabia y no asignaba los roles aleatoriamente, la mujer tenía que dar a luz si quería cumplir su destino. Ya sea por la asistencia de un falo, la fertilización in vitro o el Espíritu Santo, la maternidad era la vía femenil para la reivindicación del pecado original y la solución para la vacuidad existencial. ¿Qué pasaría si la alcanzaba la menopausia sin hijos?
Eventualmente, la primavera daría lugar a un otoño marchito y decadente. Un periodo lento, relativamente agónico, donde se irían retirando los pretendientes y se multiplicarían las canas. Los gestos se pronunciarían en rayas flácidas, las redondas caderas se volverían trapezoidales, la papada se rendiría ante la gravedad y poco a poco lo harían también las rodillas. Con el paso de los años, dejaría de provocar deseo y tendría que conformarse con inspirar ternura. “Ahí va la abuelita”, dirían, sin importar si efectivamente fuera abuela o madre de alguien. Se tendría que acostumbrar a ese eufemismo, muy práctico para evitar otras expresiones quizá más sinceras, aunque menos halagüeñas, como “vieja”, por ejemplo.
Ya era hora. Porque si llegaba casada y sin hijos al ocaso de su vida, tendría dificultades para estimular la libido de su pareja, convenientemente abastecida de toda clase de píldoras para remedar la aptitud sexual de los años mozos. Viendo frustrado su proyecto de paternidad, cabía la posibilidad de que se separe de ella en busca de una mujer más joven y con un vientre apto. En ese momento, peor que vieja, se quedaría sola. Por supuesto, la otra opción era unirse al carnaval reproductivo, dar a luz y suspender parcial o totalmente sus actividades para dedicarle tiempo a sus hijos. Más adelante, le tocaría verlos crecer, verlos independizarse, verlos formar sus propias familias y, con suerte, verlos una vez a la semana. La soledad, en mayor o menor medida, prevalecería; sin embargo, en ese escenario, por lo menos sería abuela por vínculo y no solo por convención.
¿Acaso no se daba cuenta su hija de que podía compartir el destino con esas viejas amargadas, marimachas resentidas, solteronas angurrientas y gordas malqueridas? La maternidad daba hijos, pero también otorgaba status. Ya no podrían acusarla de inconclusa las envidiosas grayas de su promoción, ni mirarla de reojo las tías mojigatas durante los almuerzos en la mesa grande. Sería madre, antes que Ángela y, por ende, más Ángela que antes. Pese a que se lo había dicho de la mejor manera, no había logrado hacerla entrar en razón. “Uno… unito nomás”, pero nada. Había días en los que la maldecía en secreto, especialmente aquellos en los que expulsar la orina le significaba una tortura. “Mala hija”, pujaba, “se le muere el papá y sigue con la bendita paciencia”.
Ya era hora, pero Ángela no encendía el motor. Sus ojos se hallaban extraviados en la pared del aparcamiento. Temió que hubiera leído sus pensamientos, pero nuevamente descartó sus preocupaciones y sonriendo confianzudamente alentó a su hija con una caricia dominante. Al fin y al cabo, más importante que cualquier penetración genital resultaba la penetración de las ideas. Ella tenía que creérsela. En otras palabras, tenía que interiorizar su responsabilidad de ser madre. (Fin de la primera parte)
Bibliografía:
Redacción EFE (12 de abril de 2021). Gane quien gane, en Perú ganan los conservadores.
Agencia EFE: España. https://www.efe.com/efe/america/politica/gane-quien-en-peru-ganan-los-conservadores/20000035-4510004
CNN Español (10 de Mayo de 2017). Estos son los países más ignorantes de latinoamérica.
CNN: Estados Unidos. https://cnnespanol.cnn.com/2017/05/10/estos-son-los-paises-mas-ignorantes-de-latinoamerica/