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Repensar la universidad para combatir el plagio: Diálogo con Eva Flores Noriega
Columna editorial SPUP
¿Qué es la integridad académica y por qué es importante para la formación profesional?
Según el Centro Internacional para la Integridad Académica, los valores fundamentales de la integridad académica son la honestidad, la confianza, la justicia, el respeto, la responsabilidad y la valentía. La honestidad académica es una manifestación de respeto hacia los demás y ser responsable con el trabajo académico con el que uno se ha comprometido. Hay que ser muy valiente, en ese sentido.
Lo contrario a integridad académica es el fraude académico, el cual puede presentarse en forma de copia en exámenes o en trabajos académicos. Considero que en la actualidad, el acceso a internet ha facilitado estas malas prácticas. La cantidad de información disponible crece cada vez más, lo que ocasiona la proliferación de la desinformación, la mala información o la infodemia. Además, el valor de la integridad académica también se ha visto disminuido porque muchas personas desconocen su importancia. En conjunto con lo anterior, esto está llevando a no decir la verdad y tomar en cuenta cualquier texto disponible en la red sin implementar la evaluación que nosotros consideramos cuando enseñamos la alfabetización informacional, la cual prioriza el uso ético de la información.
Por todo esto, es trascendental para la formación profesional. Si lográramos enfatizar esta dimensión desde la educación básica escolar, llegaríamos a la universidad con una formación sólida para desarrollar, con buenos hábitos, la carrera que hemos elegido. Si no empezamos desde ahí, probablemente llegaremos con malos hábitos a la universidad.
Ante la impunidad de los más recientes casos de plagio, asolapados tanto por un sector de la clase política como por ciertas instituciones educativas, ¿se puede decir que en el Perú se ha instaurado una cultura del plagio?
Para muchos peruanos, los recientes casos de plagio por parte de varias figuras públicas, especialmente altos funcionarios del gobierno, revelan un escenario desalentador: la deshonestidad académica parece no tomarse en serio en nuestra sociedad. Así, las instituciones que validan el fraude académico podrían ocasionar la pronta decadencia de la educación superior en el país. Sin embargo, vale la pena analizar otros aspectos que nos indican que, en realidad, en el Perú aún no hay políticas claras que instauren una cultura de integridad académica; si los actores que tienen un papel en este problema toman las medidas adecuadas, la situación está a tiempo de ser remediada.
Por un lado, debemos recordar cómo la tecnología ha permitido que se detecten con mucha mayor facilidad los casos de deshonestidad académica. En épocas pasadas existía una práctica indiscriminada del plagio, pues no había forma de comparar el contenido de los trabajos de investigación entre universidades, bien sean del mismo país o hasta del mundo entero. Los estudiantes, al tener acceso a las bibliotecas de sus centros de estudios, podían tomar una tesis ya publicada y copiar desde una idea hasta párrafos completos. Claramente, el control sobre esto era mínimo, dado que existían limitados recursos que no permitían una completa vigilancia sobre las acciones aisladas de cada estudiante. En la actualidad, la tecnología ha cobrado especial relevancia en el campo académico; puesto que las tesis están almacenadas en los repositorios en línea, la información académica está disponible a nivel global, y esto facilita a los detectores de plagio el trabajo de realizar un contraste entre ellas.
Otra razón por la cual se puede afirmar que la cultura del plagio tendría un camino largo que recorrer para instaurarse en el país es que el estudiante, en el proceso de redactar el trabajo de investigación que su universidad le exige, siempre deberá estar acompañado de una persona fundamental: el asesor. El asesor de tesis cumple un rol importante porque es quien debe dominar la extensa literatura sobre el tema que el estudiante aborda, así como estar al tanto de los profesionales e investigadores relevantes en su disciplina. En este sentido, es el asesor quien tiene como responsabilidad detectar el plagio en primera instancia.
Además de que las universidades impongan sanciones a los involucrados en casos de plagio, ¿qué otro tipo de mecanismos deben usarse para impulsar y fortalecer la integridad académica?
Como he mencionado, las universidades tienen el gran desafío de salvaguardar la integridad académica mediante una serie de filtros en los que se incluyen al asesor y a las aplicaciones para detectar estos plagios. Sin embargo, el proceso de detección no puede ser la única forma de enfrentar este problema, también se necesita que los estudiantes por sí mismos adquieran el valor de la honestidad académica como característica fundamental de lo que significa ser un estudiante.
Para ello, las universidades deben contar y difundir los lineamientos de conducta estudiantil para que así los jóvenes reconozcan la existencia de una serie de sanciones si es que incurren en cierto tipo de faltas que vayan en contra de la ética universitaria. Pero, de forma paralela con las sanciones, los centros de estudio también deberán asumir el reto de liderar iniciativas que tengan como fin promover la honestidad académica; un ejemplo de ello serían las llamadas campañas en contra del plagio, que buscan brindar conocimiento al alumnado en torno a la problemática. Además, las universidades tienen que orientar al estudiante, desde su primer ciclo de estudios, en lo que concierne a la investigación académica. De esta manera, el temor que muchos sienten al momento de realizar la tesis al final de la carrera podrá ser minimizado, pues ya habrán tenido experiencias similares con anterioridad.
Uno de los principales ejes de la reforma universitaria fue el impulso a la investigación; en este sentido, algunas instituciones están más concentradas en cantidad que en calidad. ¿Qué políticas serían necesarias para estandarizar la supervisión de la calidad de la investigación académica a nivel universitario?
Si bien la reforma universitaria fue promulgada, entre otras razones, para impulsar la investigación y que no hubiera solamente cantidad sino también calidad, soy de la opinión de que hay que repensar la universidad. La universidad forma profesionales íntegros y competentes, pero también tiene una labor esencial de ejercer y promover la investigación. Pero como nuestros estudiantes ingresan a la universidad con la idea de que van a conseguir después un trabajo, postergan o descartan esta dimensión. Esto contrasta con la cultura universitaria de los países desarrollados cuyo nivel todavía no alcanzamos.
Uno de los temas que llaman mucho la atención y va a ser la contraparte a esta cultura del plagio que no queremos que se instaure serán iniciativas como las de ustedes, las organizaciones estudiantiles. Están llamadas a participar en esta docencia, además de compartir este conocimiento con la población. Las universidades, en cumplimiento de su función investigadora, deben apoyar este esfuerzo a través de sus diferentes órganos como las áreas de formación extraacadémica.
Además, las organizaciones civiles, como los consorcios de universidades, deben impulsar iniciativas de concientización dirigidas tanto a la comunidad estudiantil como a la sociedad en su conjunto. Imitar estrategias exitosas de universidades de otros países y replicar sus resultados en América Latina como los casos de México o Colombia, donde ya cuentan con centros de integridad académica, contribuiría positivamente. Imaginen las posibilidades de contar con un instituto semejante en el Perú. Sería fabuloso y les daría a las universidades una gran oportunidad para fomentar la investigación dentro y fuera de las aulas. La formación de este tipo de organismos, como política de Estado, nos permitiría alcanzar la calidad de las instituciones educativas de los países en los que ya se ha instalado esta estructura. De otro modo, las universidades con los vacíos más prominentes en materia de calidad no podrán tentar los estándares de estas casas de estudio o los de nuestra universidad.
¿De qué otra forma podemos librar una batalla contra la deshonestidad académica más allá de la universidad?
A nivel macro, la revisión de los contenidos curriculares es fundamental para promover esa investigación desde el colegio. Como bibliotecóloga, considero que una serie de políticas que promuevan la implementación de más bibliotecas a nivel de gobierno regional y municipal es otra de las dimensiones a la que debemos apuntar. Los gobiernos locales y regionales están obligados, por la Ley Orgánica de Municipalidades, a promover la construcción de bibliotecas porque es una forma de llegar directamente a los jóvenes y que se dediquen a la lectura sea para la recreación, la obtención y creación de nuevo conocimiento. Sin embargo, cada vez tenemos menos bibliotecas y no existe una preocupación ostensible por mantener las que tenemos o construir más. Si tuviéramos más bibliotecas, nuestros jóvenes estarían más entretenidos en adquirir más conocimiento al mismo tiempo que interiorizan la honestidad académica.